Al día siguiente, al empezar la etapa que habría de llevarme de St. Jean Pied de Port a Roncesvalles , pues si antes no lo había indicado aprovecho ahora a decirlo, mi Camino había comenzado en St. Jean Pied de Port, ya tenía claro que mi mochila pesaba en exceso y que lo único razonable era acercarme a correos en cuanto llegara a Pamplona y empezar a enviar todas esas cosas “imprescindibles” que había traído conmigo y que ahora se habían convertido, gracias al dolor en totalmente prescindibles.
La etapa, como todas, empieza siempre rápidamente, los primeros kilómetros se hacen siempre a muy buen ritmo y parece que “hoy va a ser fácil”, claro, va a ser fácil hasta que se llega a la mitad de la etapa y uno empieza a fijarse constantemente en cuanto lleva caminado y cuanto le queda por caminar y los kilómetros ya no se miden en kilómetros si no en cientos de metros, pues los kilómetros duran mucho más de mil metros.
Ahora ya voy caminando en un grupo que se ha ido formando en el Camino, grupo de lo más heterogéneo, pues los hay de todos los países, irlandés, italianos, coreanos, hombre y mujeres, jóvenes y no tan jóvenes.
Roncesvalles |
Nuestro compañero irlandés, que por cierto es del tamaño de un armario ropero se lleva el primer premio. Su mochila, que está llena de bolsillitos es auténticamente de manual. Todo perfectamente ordenado en bolsitas de plástico y cajitas donde lleva de todo, incluido un botiquín que por la cantidad de material puede servir de quirófano improvisado. Es más por no faltarle no le faltan ni unas estupendas ampollas que por causa del excesivo peso le impiden caminar y el último tramo hasta Pamplona se convierte en un imposible. El peso del enorme botiquín para curar cualquier ampolla, le ha causado unas ampollas que con todo el material de su botiquín ahora no puede curar.
Pero si de premios hablamos, nuestra compañera coreana no puede quedar fuera del pódium. Se ha lanzado al Camino sin la más mínima información sobre el mismo y por supuesto, sin ningún tipo de equipo para realizarlo. Ni una mochila en condiciones, ni ropa de abrigo, ni un chubasquero, nada de nada. Eso sí, su bolso lo lleva cruzado en el pecho y por el volumen debe contener en su interior todo lo que el irlandés lleva en su espalda. Eso sí, le vamos prestando ropa, que para eso llevamos los demás de sobra y la vamos transformando en un icono de la anti moda, cada prenda de un tamaño y color. Pero bueno, es coreana y no se queja de nada, todo lo agradece y siempre sonríe. No sabe a qué porque no entiende una sola palabra de lo que hablamos pero sonríe.
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