viernes, 16 de septiembre de 2011

¿Con cuántos kilos en la mochila se es peregrino?

Hay una pequeña disputa, que no se habla abiertamente, pero sí que se puede apreciar en diversos foros o en las redes sociales, entre aquellos que consideran que son peregrinos los que van cargados con sus mochilas, distinguiendo de aquellos que utilizan organizaciones o empresas que le facilitan alojamiento y transporte de mochilas.
La realidad es que es una discusión vacua pues la misma no soporta un mínimo análisis realista.
Querer compararnos hoy en día, con el peregrino medieval o de cualquier otra época histórica, es además de absurdo muy poco realista. Pensar que se es más peregrino porque se transportan más kilos en la mochila y con ello intentar equipararnos al peregrino histórico, sin entrar en comparar, las botas de goretex que portamos, con las sandalias medievales, nuestras mochilas llenas de equipo, con el pequeño zurrón que se portaba, nuestros fantásticos abrigos recubiertos con membrana impermeable, con la única túnica de grueso y áspero paño, nuestros magníficos sacos de dormir, los albergues con sus literas y colchones, con dormir al raso o donde les dieran cobijo, parece que no tiene mucho sentido.
Por no hablar o pensar en los medios que nos proporcionan albergues, hostales o cualquier otro tipo de alojamientos en cuanto al lavado de ropa ¿O es que alguien se plantea estar con la misma ropa puesta durante todo el Camino?, el uso de secadoras ¿O los peregrinos que hoy se apuntan al Camino se ponen día tras día la ropa mojada durante la etapa?
Es evidente que la discusión aguanta pocos análisis, pero si entramos en el hecho histórico, aún aguanta menos.
La primera peregrinación, realizada por Alfonso II, se realizó con los mejores medios disponibles en la época o ¿alguien piensa que el rey durmió al raso? Pero aún más,  durante siglos, los peregrinos han realizado la peregrinación en función de sus posibilidades económicas y en base a tal circunstancia elegían su hospedaje ya fuera este en posadas, fondas o bajo un árbol.
Lo fundamental, lo realmente importante y transcendente, es el espíritu que guía a una persona a realizar el Camino, lo que le motiva a caminar cada día un montón de kilómetros a veces en circunstancias difíciles por el calor, la lluvia, la nieve o el frio, el espíritu que le guía, las sensaciones, el reencuentro con la naturaleza y consigo mismo y, con ello o, a través de ello, la conexión con lo transcendente.
Realizar el Camino con una de las Asociaciones de Amigos del Camino, que las hay muchas y maravillosas, que no solo se ocupan si  no que se preocupan del Camino, de forma individual, llevando la mochila a la espalda y superando cada día el reto de la etapa o, mediante una empresa que nos facilite la organización, es lo de menos. Lo importante es el Camino, nuestras experiencias en él, el aprendizaje que del mismo saquemos e intentar que nuestros valores, lo más profundo e intimo de nosotros mismos, salgan fortalecidos con la energía, el espíritu que el Camino nos aporta.
Querer reducir el Camino y la peregrinación a los kilos que llevamos en la mochila, arrogarnos la condición de jueces sobre quién es y quien no es peregrino, es convertir el mismo en una competición atlética, es querer excluir del Camino a los que por edad, condición física o por cualquier otra circunstancia deben realizar el Camino con ayuda o soporte, es olvidar el verdadero espíritu que mueve y ha movido el Camino durante siglos, la peregrinación, llegar desde cualquier punto a la Tumba del Apóstol, la búsqueda de lo interior y transcendente. Hay muchas rutas de senderismo en cualquier país del Mundo, pero  El Camino de Santiago se distingue de todos por su condición, su motivación, por su espíritu. Que todos los peregrinos sean bienvenidos al Camino.

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