lunes, 19 de septiembre de 2011

De Roncesvalles a Zubiri

El Pirineo
Hoy la etapa nos lleva de Roncesvalles a Zubiri y en la misma dos subidas, el alto de Merkiritz y el alto de Erro y al final de la etapa el descenso que me llevará a Zubiri.
Después de haber dormido en el albergue de Roncesvalles y de haber podido pegar ojo con tanto ruido (tapones, me hacen falta unos buenos tapones para los oídos), el día se presenta estupendo.
El grupo se ha ido incrementando con nuevos integrantes que arrancan en Roncesvalles, una mujer francesa y un hombre chileno se han incorporado al grupo.
Todos han salido a la carrera (y esto se puede acabar convirtiendo en un rito) y yo me quedo el último. O no desayunan, o se levantan muy pronto o tienen muchísima prisa, pero cuanto yo arranco todos llevan ya tiempo caminando.
Los primeros kilómetros desde Roncesvalles son un paseo. El Camino avanza por “el Bosque de la Brujería” con unos paisajes magníficos.
Bosque de la Brujería
Bueno, por supuesto estoy haciendo todo lo que hace un peregrino que comienza el Camino. Sellar mi credencial en todas partes (y a este paso voy a llenar la credencial en tres días) y sacar fotografías de cada punto del Camino.
Bien, llegado al pueblo de Espinel, después de haber pasado el precioso pueblo de Burguete, la cosa se empieza a complicar. El dolor en los hombros por el peso de la mochila se hace notar y yo voy tirando de todas las tiras de la mochila, ajustándola, moviéndola y haciendo todo lo que se me ocurre en un intento de cambiar lo imposible. El problema es que el mal no está en la mochila, si no en lo que contiene. Si la tierra fuera blanda me estaría hundiendo en ella como si fueran arenas movedizas. ¡Todo, me sobra todo¡
Hace bastante fresco pero yo estoy chorreando de sudor y me quedan kilómetros para llegar a Zubiri.
Burguete
El problema no es solo mío. Por lo que veo, y a pesar de haber salido más tarde, mis compañeros peregrinos están en la misma situación que yo, o peor, porque poco a poco voy cogiéndoles a todos. No llevan un ritmo lento ni pausado. No, se van arrastrando literalmente por el Camino. Normal, si es que estamos llevando todo lo que teníamos en casa en la espalda.
Por fin he llegado a Zubiri, además soy el primero del grupo en llegar y, sorpresa, el albergue está cerrado y no hay otro. El albergue abierto más próximo está a unos cinco kilómetros. Ni hablar. Hoy hostal, hotel, fonda o lo que sea pero yo no doy un paso más.
Zubiri
Pues eso, que hoy duermo en un hostal. ¡Qué maravilla¡ Una cama, sábanas, habitación para mi, baño.  Me instalo. Al rato van llegando el resto de los peregrinos. Lo mismo que yo, primero al albergue que encuentran cerrado y luego, todos al hostal. Aquí no da un paso más nadie. En cuanto a las habitaciones, se van acomodando en grupos en las mismas. Vamos, que el tema del albergue está bien, por lo menos intelectualmente, pero la realidad es que vamos  de albergue por un tema económico pero si pudiéramos ir de hoteles u hostales, no lo dudaba nadie.  Y es que dormir en albergue tiene su encanto, compartir la misma sala con un montón de personas puede ser magnífico, meterse en el saco sobre un colchón en una litera puede ser divertido, pero yo ya he cumplido los cuarenta y que le vamos a hacer, prefiero una cama, sábanas, algo de intimidad y hacer en mi habitación lo que me da la gana y sobre todo, poder descansar para encarar la etapa de mañana en las mejores condiciones.
Por lo demás, estas dos primeras etapas, han representado un paisaje magnífico y aunque he empezado acelerado, poco a poco voy relajándome. Las muchas horas de caminata en solitario van dándome tiempo a centrarme. Sobre todo, los primeros dolores están haciendo que tome conciencia de mi, más de lo que me rodea, aunque esa conciencia de mi, sea inicialmente de la parte física de mi. Me duele todo, pero por algo se empieza.

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