lunes, 26 de marzo de 2012

Las tres fases del Camino de Santiago


El Camino de Santiago, sea cual sea la ruta o tramo elegido, contendrá tres fases, por las cuales inevitablemente hemos de pasar: Los dolores físicos, los dolores del alma y la plenitud.
Cuando arrancamos nuestro Camino, tanto nuestras fuerzas como nuestro estado de ánimo están en su apogeo y, aunque tengamos ciertas dudas sobre nuestra capacidad, tenemos claro que cumpliremos nuestro objetivo como peregrinos.
Nuestro primer día tendrá una marcha jovial, a un ritmo algo más rápido del adecuado para no tener problemas futuros y emplearemos mucho tiempo en hacer fotos, sellar en cada punto nuestra recién estrenada credencial, hablar con nuestros compañeros de grupo sin parar, querer verlo todo y admirar cuanto nos rodea.
Es, en esta ruta iniciática que es el Camino de Santiago, la parte que se corresponde con la juventud, en la que nos sentimos fuertes, invulnerables, es el momento en que pensamos que podemos con todo.
Al finalizar el primer día, el cansancio nos es ya evidente y, si no hemos caminado bien y nuestro ritmo no ha sido el adecuado, podemos empezar a sentir el nacimiento de alguna pequeña rozadura o ampolla. Nunca insistiré los suficiente, en la indicación de hacer caso al guía, el es experto y sabe cuál es el ritmo conveniente y, donde y cada cuanto hay que parar en función de las condiciones del grupo.
Una vez finalizada la etapa, si el alojamiento es el adecuado, tras una buena ducha y algo de descanso, el ánimo se sigue mostrando intacto. Es el momento de la charla, de los comentarios sobre la etapa.
Al día siguiente, al levantarse, los músculos empiezan a hacer acto de presencia. Pequeños músculos de los cuales siempre hemos ignorado su existencia se hacen patentes y nos saludan en forma de alguna molestia, aunque nada significativo.
Esta segunda etapa nos va a ir iniciando de lleno en la primera de las fases, la de los dolores físicos.
A casi todos, salvo los que hacen senderismo de forma habitual, el paso de los kilómetros se le van haciendo evidentes en las piernas y, las pequeñas molestias que habíamos tenido el día anterior son algo más constante. La etapa se nos hace larga y en los últimos kilómetros nuestro único deseo es, llegar.
Estamos inmersos en la fase de los dolores físicos y nuestras dudas empiezan a surgir a la vez que tomamos conciencia de nuestro cuerpo, al cual en el día a día de nuestra vida no podemos prestar atención, ahora se nos manifiesta.
Ya no nos sentimos tan fuertes y desde luego, ya no caminamos tan rápido. Ahora hemos pausado el ritmo y no nos detenemos a hacer tantas fotos.
Empezamos a recorrer la senda iniciática de la madurez, cuando empezamos a ser conscientes de que nuestras fuerzas no son ilimitadas y que no podemos con todo.
Por otra parte, con nuestros compañeros ya hemos avanzado en nuestras conversaciones, muchas horas en su compañía nos hacen ser más abiertos y contar algo más de dónde y en que trabajamos.
A partir de la tercera etapa, a través de nuestras molestias físicas, iniciaremos el camino de los dolores del alma.
Es el no encontrarnos tan fuertes, el sentir molestias, lo que nos irá llevando a prestar menos atención a lo exterior, al paisaje, a lo que nos rodea para iniciar el camino hacia nosotros mismos.
En estas etapas, la conversación es con nosotros mismos. Es el momento de pensar, de caminar ensimismados en nuestros pensamientos, algo que en nuestra actividad diaria no tiene mucho hueco, aquí y ahora, le dedicamos muchas horas al día y eso puede removernos algo por dentro, incluso molestar. Todo eso que teníamos callado en nuestro interior por molesto, ahora sale para que lo podamos limpiar.
También las conversaciones con nuestros compañeros de grupo cambian, se habla de temas que nos hubieran parecido imposible de mantener, con quienes hasta hace dos días, eran completos desconocidos.
En el alojamiento aprovechamos más todo. Gozar de una buena habitación donde descansar, de una ducha reparadora sin prisas, de la tranquilidad de una casa rural donde la paz es patente y por supuesto de una buena cena, donde ahora, con los nuevos amigos, compartimos algo más que la etapa diaria.
Estamos en el punto de la madurez en nuestro iniciático Camino. Somos cada vez más conscientes de lo que podemos y de lo que queremos.
Según nos acercamos a Santiago, cada vez nos encontramos más relajados, más en paz. Ya las molestias han dejado de tener fuerza, ahora sabemos que a Santiago se llega, no tanto por la fuerza de las piernas como por la voluntad de nuestra mente y la fuerza de nuestro corazón.
Hemos iniciado la tercera fase, la de la plenitud, la de la alegría que nos conducirá hasta Santiago.
La ruta se llena de alegría, sabemos que vamos a llegar y cada rampa, cada esfuerzo, ya solo es un pequeño impedimento. Nuestra conversación es alegre, esa alegría que nace de nuestra recién adquirida paz interior.
Es una alegría que nos empuja pero que también nos hace sentir por algo que termina y que ahora no quisiéramos que terminara.
Hemos llegado a la madurez completa en el Camino, donde se valoran los esfuerzos con los logros obtenidos, cuando podemos apreciar y valorar nuestro tránsito, como en nuestra propia vida.
La entrada en Santiago es un cúmulo de emociones. La satisfacción personal, el orgullo de lo realizado, todos los sentimientos se nos vienen encima, causando tan profundas emociones que no son pocos los peregrinos que no pueden contener el llanto frente a la Catedral
El estado de ánimo es tan elevado, que nadie recuerda sus dolores ni sus molestias, nadie se encuentra cansado y solo las ganas de sentir la vida, de forma tan intensa como se vive en Santiago nos empuja a estar metidos en el vibrante gentío que se encuentra en sus calles.
Hoy nos hemos merecido un festejo y en esta población eso es bastante fácil de conseguir a gusto de cualquier comensal.
Nos reta el último día, la asistencia a la Misa del Peregrino, donde terminará nuestra iniciación y nuestro Camino. Bueno momento para dar gracias por haber llegado y terminado nuestra peregrinación.

lunes, 12 de marzo de 2012

Etapa V Pedrouzo - Santiago de Compostela


Es nuestro quinto día de Camino y Santiago es hoy nuestra meta, lo que condiciona claramente nuestra marcha.
El grupo está más hablador que nunca, hoy no se piensa en el cansancio ni en lo que resta de Camino, el final del Camino se presiente y durante ratos parece más un paseo que una fatigosa marcha.
El tramo de camino que va desde Pedrouzo hasta Amenal, es uno de los más bellos del Camino, atravesando sus maravillosos bosques, con una senda perfecta para caminar, casi alfombrada.
La corta distancia que nos resta a Santiago surte a veces un efecto engañoso y hacernos creer que “ya casi estamos”, cuando aún falta un buen tramo, y las paradas se producen con más frecuencia de la acostumbrada.
La primera parada es en Amenal, tras cruzar la carretera  por debajo de la misma por un paso de peatones, donde un café ocupa un lugar estratégico en el Camino justo antes de empezar a subir por la cuesta del mismo nombre, que se prologará por un buen rato, poniéndonos en claro que todavía no hemos llegado y las cuestas todavía nos aguardan.
El Camino nos conducirá al lado de la valla del aeropuerto, por un camino de tierra hasta San Paio donde tendremos que cruzar la carretera para tras subir una nueva cuesta llegar a Lavacolla momento en que el Camino se junta con la carretera que ya no nos abandonará hasta Santiago.
Nos encaminamos hasta el punto previo a Santiago, el mítico Monte do Gozo que en todos los peregrinos causa cierta inquietud, sobre todo porque la palabra Monte implica para ellos subidas y esfuerzo.
No es cierto, la ascensión al Monte do Gozo no supone ningún esfuerzo, a la que ascenderemos por una calle perfectamente provista de aceras y bares a ambos lados, pero antes, en el propio Camino, vislumbraremos el monumento, que el alto del Monte nos indica que estamos próximos.
La tradición indica que el primero en llegar al alto del Monte do Gozo, era considerado el Rey de la peregrinación, pero la verdad es que llegados a este punto, nadie tiene la mínima intención de acelerar el paso para conseguir tan dudoso honor.
Desde aquí a Santiago, que ya vemos ante nosotros, resta una bajada que en paralelo a la carretera nos llevará a la parte nueva de la ciudad.
Estamos en Santiago, pero aún resta para terminar nuestro Camino, pues la entrada en Santiago se hace lenta al tener que atravesar la ciudad nueva, que por unos kilómetros todavía nos tendrá en el Camino.
Hay que reconocer que pasar por la ciudad después de los días pasados en el Camino, causan su impacto. El Tráfico, los semáforos, se vuelven enemigos que hay que quitarse lo antes posible.
Poco a poco, llegamos a la ciudad vieja, aunque no estaremos en el casco histórico de la ciudad hasta que no atravesemos la Puerta del Camino, donde la ciudad se vuelve amable y sobre todo, se vuelve peatonal.
Desde aquí, la historia de mil años nos acompaña, las piedras que han visto pasar a millones de peregrinos nos contemplan y a cada paso, los monumentos en forma de iglesias y edificios nos saludan.
El ambiente en el caso histórico es bullicioso, peregrinos y turistas nos reciben en una ciudad que siempre es alegre.
A nosotros nos quedan metros, los últimos pasos de nuestro Camino. El cansancio ha quedado olvidado, los dolores y los esfuerzos han desaparecido.
La emoción es fuerte en el grupo, nadie es indiferente al sentimiento de llegar, de haber conseguido finalizar nuestra peregrinación.
La entrada en la Plaza del Obradoiro con la fachada de la Catedral nos recibe. Hemos llegado y nuestro Camino ha tocado a su fin.

martes, 6 de marzo de 2012

Etapa IV Arzúa - Pedrouzo


Hoy el buen ánimo es muy evidente dentro del grupo, al haber superado durante el día de ayer la etapa más larga de nuestro camino.
Como cada noche, gozar de un buen alojamiento ha sido un placer, aderezado por la presencia de Carmen que regenta el mismo con un carácter siempre alegre y enérgico. Por su insistencia, llevamos la mochila cargada de fruta recién cogida de la granja.
Hoy la etapa es una de las más bonitas, atravesando paisajes plagados de eucaliptus y  además el camino carece totalmente de complicaciones.
Los pequeños núcleos urbanos son cada vez más numerosos, lógico si tenemos en cuenta lo próximos que estamos de Santiago.
Iniciamos la etapa atravesando Arzúa, que al igual que nos ocurrió en Palas de Rei tiene poco que visitar. Sus calles modernas cada vez se pueblan más de grandes edificios.
El camino siempre transcurre paralelo a la carretera, que tendremos que cruzar en algunas ocasiones durante la etapa, pero eso será en el último tramo de la misma.
El camino a través de los bosques de eucaliptus es una delicia y el firme hoy es como una moqueta y muy lejano de las irregularidades que hemos tenido que pasar los días anteriores.
La primera población donde podremos detenernos a tomar un café es Calzada, aunque seguimos avanzando hasta la población de Calle, que nos recibe con sus hórreos.
A partir de Brea el camino va muy próximo a la carretera y en algunos casos se circula por un andadero paralelo a la misma por lo que hay que tener suficiente precaución en este tramo, que por otra parte nos ofrecerá un buen puñado de bares y restaurantes donde, si hace buen tiempo podremos descansar en sus terrazas.
El Camino nos conduce ahora hacia Santa Irene, población que antiguamente atravesaba el Camino, aunque ahora continua recto hasta el albergue que ocupa lo que fue el ayuntamiento.
Fuente de Santa Irene
Si nos desviamos hacia Santa Irene podremos beber en su fuente y apreciar su capilla, aunque la mayor parte de los peregrinos toman la ruta del albergue para encaminarse a la población de A Rua donde se encuentra un punto de información del Camino.
La población de A Rua, se encuentra a tres kilómetros del final de nuestra etapa, Pedrouzo, tres kilómetros casi llanos, si exceptuamos la propia entrada en la población de Pedrouzo a la cual accedemos por una calle atravesada por la carretera y que nos llevará hasta el centro de la población.
Aunque nosotros terminamos la etapa aquí, esta noche nos alojaremos en un pazo gallego que con sus edificios, jardines y capilla no nos dejará indiferentes.

viernes, 2 de marzo de 2012

Etapa III Palas de Rei - Arzúa


La población de Palas de Rei no tiene mucho que visitar, la iglesia de San Tirso del año 1955, aunque su portada es románica como elemento a destacar.
Por el contrario, el ambiente peregrino cada vez es mayor, y en sus calles, sobre todo en la temporada de verano los peregrinos pasean o descansan en alguna terraza.
Nuestro grupo se ha alojado nuevamente en una casa rural y además de una estupenda cena hemos podido disfrutar de una excelente queimada en un buen ambiente, así que nos encontramos dispuestos para afrontar la nueva etapa, la más larga del tramo que va de Sarria a Santiago.
Si las poblaciones que conforman los finales de etapa, son cada vez más feas, lo contrario ocurre con el paisaje. Cada vez nos adentramos más en el bosque y en unos paisajes dignos de admiración.
Puente Medieval de Furelos
La primera parte de la etapa transcurre de Palas a Melide pasando por dos poblaciones a reseñar, Leboreiro con la iglesia de Santa María del siglo XIII y sobre todo Furelos que nos recibirá con su magnífico puente medieval y la iglesia de Xan Xoan.
Esta primera parte de etapa es prácticamente un paseo, eso si, interrumpido cuando tengamos que atravesar el polígono industrial de Melide, no muy largo pero que desde luego no embellece el camino.
En Melide, inevitablemente, pararemos a tomar un pulpo, ya que estamos en la población con mayor fama en su preparación del pulpo en todo el Camino Francés.
Este momento de descanso nos vendrá muy bien y también servirá para reponer fuerzas pues la etapa, como dije al principio es larga.
En la avenida principal encontramos la capilla de San Roque y el cruceiro, que cuenta con ser el más antiguo de Galicia y de gran fuerza expresiva.
Cruceiro de Melide
El Camino sigue sin pasar por el centro histórico de Melide, pero nosotros nos desviamos para visitar la Plaza del Convento donde se encuentra la iglesia de San Pedro, el museo de la Tierra de Melide que se encuentra en el edificio que fue el antiguo hospital  y la pequeña iglesia de San Antón.
Salimos de Melide por una pequeña aunque empinada calle y nuevamente volvemos al camino de tierra.
Cada vez el paisaje es más bello y el bosque empieza a tomar presencia, pero también los sube y baja constantes, pues esta parte de la etapa, se convertirá en un tobogán permanente.
Los kilómetros de la etapa se notan y hay que tomárselo con calma, mucho más nosotros que al no ir de albergue no tenemos especial prisa por llegar. De todas formas, después de los kilómetros que llevamos, nadie está dispuesto a correr mucho.
La llegada a Ribadiso de Baixo, nos indica que ya estamos finalizando la etapa. Aquí un albergue con un buen bar nos permitirá un pequeño descanso para poder finalizar cómodamente la etapa.
Ribadixo nos recibe con un puente bajo el cual y con acceso desde el albergue se encuentra una pequeña poza donde los peregrinos aprovechan a refrescar sus pies, eso sí, con cuidado, pues el fondo de la pozo está formado por piedra y guijarros que lo hacen incómodo para caminar.
Desde Ribadixo a Arzúa restan apenas tres kilómetros, eso sí, de pequeña subida y en gran parte ya por las calles de la población.
La entrada por la ciudad no es precisamente bonita, todo el encanto de la antigua población rural ha desaparecido y su avenida choca bastante con lo que ha sido el resto de la etapa.
Para nosotros la etapa ha terminado y ahora nos vamos a la Casa de Aldea, una preciosa granja-casa rural, donde esta noche pernoctaremos.