La llegada a Santiago, tras los
días de peregrinación, provocan en todo peregrino una fuerte carga emocional.
Tras pasar por la Puerta de
Azabachería, con la entrada en la Plaza del Obradoiro, los sentimientos fluyen
de forma incontenible y en muchos casos, las lágrimas brotan. Atrás han quedado
los temores a no poder llegar, a no ser capaz y frente a la Catedral, los
sentimientos se acumulan y las actividades también, desde los abrazos a los
compañeros, ya amigos, que han venido a
nuestro lado durante estos intensos días, las llamadas telefónicas a la familia, para
transmitirles nuestro éxito y alegría, las fotografías que dejarán para siempre
recuerdo de este hecho, sin duda inolvidable.
Pero no hay un momento que parar,
pues las actividades que nos esperan, son muchas y de obligado cumplimiento.
Primero, recoger nuestra bien ganada Compostela, el abrazo al Santo, visitar la
Catedral aunque sea en un recorrido breve….
Hay que optar inevitablemente
entre la visita a esta hermosa ciudad o hacer las compras de los recuerdos y
regalos. El tiempo se queda corto en una ciudad con tanta historia y tanto que
ver.
La opción, un día más, que nos
permita visitar de forma tranquila sus principales monumentos, El Convento de
San Martin Pinario, San Fructuoso, la iglesia de San Francisco, gozar de un
almuerzo en un claustro y pasear por sus ruas cuajadas de pazos así como por la
alameda desde donde tendremos la mejor vista del conjunto de la Catedral.
Santiago, como cualquier ciudad
histórica, no se termina nunca de visitar, pero un día más, sin prisas y
sintiendo cada momento, nos la acercará más al corazón.
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